29 septiembre, 2019

Dos cuentos al rededor del cambio climático


¿qué mano le corto?


Le llamo por lo de la mano, ¿ha decidido ya qué mano quiere que le cortemos? Debería pasar ya por la consulta lo antes posible. ¿Qué? No. Ya sabe que no puede retrasarlo, si lo sigue retrasando vamos a tener que cortar el brazo entero. Mire, no se ponga nervioso que esto no es culpa mía. Cuando vino por primera vez solo teníamos que cortar el dedo pequeño del pie, pero lo fue retrasando… Ya, ya sé que tenía un torneo de fútbol, y necesitaba los pies intactos, por eso le ofrecimos la opción de un dedo de la mano. Ya. Pero entonces justamente quería apuntarse a clases de guitarra, que esperáramos un poco más. Y ahora ¿qué? Que tiene un viaje apalabrado y que nos visita en cuanto vuelva. Sabe que para entonces habremos de cortar una extremidad entera, quizás dos, ¿verdad? ¿Sí? Seguro que se hace usted cargo del asunto. Bien, yo no puedo obligarle, pero sabe que ya no hay soluciones agradables, alargar la decisión solo empeorará las cosas. ¿Seguro que no quiere afrontar la realidad y elegir ya qué mano le cortamos? ¿oiga? ¿oiga? Vaya, parece que se ha cortado. 



Mis problemas con Mari Puri


Estoy rara con Mari Puri. No sé por qué pero ya no estamos a gusto cuando quedamos por ahí. Por ejemplo, debo reconocer que el otro día no la invité a aquella cenita que hicimos en casa con los Serrano. No sé por qué lo hice, porque luego la echamos de menos, pero bueno. Y que conste que yo pienso igual que ella, eh. Las dos hemos defendido siempre los mismos ideales, un mundo más justo, igualdad para las mujeres y claro, ser sostenibles. A mi no me importa hacerle un plato vegetariano cuando viene, no es por eso que no la invité. Además, ella no es de las típicas que te va restregando por la cara que si ya no come carne, que si va en bici al trabajo o que ya solo viaja por aquí cerca para no coger aviones. De hecho, esto último no lo sé seguro, pero sospecho que es por eso por lo que llevan tres años sin salir de España en Agosto. Siempre ha sido mi mejor amiga y lo compartimos todo, pero yo no puedo hacer todos los sacrificios que ella hace. Ella lo tiene más fácil, pero yo es que no saco tiempo ni para ir a comprar, como para tener que controlar de dónde vienen las cosas. Y mi Juanito, que casi no come fruta y lo único que devora son los mangos, y claro, tú ya me entiendes. Ya sé que debería, pero la culpa es de los supermercados, que es que todo viene envuelto en plástico. La verdad, es que cada vez que quedo con Mari Puri me paso una semana con un cargo de conciencia terrible, por eso creo que no me apetece quedar con ella. Con los Serrano en cambio no tengo que justificarme. Hasta quedo como la loca de la pradera con el huerto que he puesto en el balcón, con ellos. Insisto que Mari Puri nunca me ha echado el sermón, pero yo la veo tan comprometida, que no sé. Es una lástima, pero creo que este viernes tampoco la voy a llamar. Prefiero relajarme y no pensar en todo esto del cambio climático por un día, que la vida ya es suficientemente complicada.

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