Y entonces se quedo embobado mirando como se levantaban de las toallas y se iban hacia el mar cogidos de la mano dejando sus huellas en la arena caliente y pensó que David y Claudia estaban hechos el uno para el otro. No había sorpresa en esta revelación (lo había sabido siempre), ni una especial alegría (no lo percibía ni como bueno ni como malo, simplemente era), y mucho menos envidia (él también tenia su media naranja). Entonces Claudia le hizo la zancadilla a David, él cual la arrastro con él al caerse sobre la arena y se revolcaron metiendose arena el uno al otro dentro del bañador entre risas. Efectivamente: el uno para el otro.
Le hizo gracia pensar lo de la media naranja, como si uno sin el otro estuviera incompleto. Pero no era así. Él era una naranja entera. Y Silvia era… una mandarina, quizás más pequeña pero también con todos sus gajos. Necesitaba una metáfora mejor. Complementarse sin ser parte, sino dos todos. Un liquen era bonito, porque el hongo aporta soporte, y el alga alimento, pero una simbiosis es exagerada por que implica dependencia. No necesitaba a Silvia, pero quería estar con ella. Era importante estar con ella, pero no necesario. Ya lo tenía, eran como aquellas mariposas que estudia Pablo, que tienen la lengua tan larga como la corola de las flores que visitan. Lo que no sabia es si él era la flor o la mariposa, pero quizás eso daba igual. Aunque algo no le cuadraba… La flor y la mariposa se ayudaban mutuamente, son completas en si mismas, pero funcionan mejor como equipo, pero parecía como si estuvieran predestinados a encajar. Y a los 40 años sabia muy bien que si solo había una flor que encajase con su lengua (se llamaba proboscide?), las probabilidades de encontrar esa flor serían ínfimas. Y en esa misma playa ya habían al menos dos polinizadores encajando, él y Silvia, y David y Claudia, que ahora loa veía nadando hacia las boyas. Pensó que definitivamente él tenía que ser la mariposa.
Se estiro en la toalla y no se dio por vencido con la metáfora de la flor y la mariposa. Pablo estaba estirado unas toallas más allá. “Pablo, lo de la mariposa y las flores… por que encajan tan bien? Como sabe la mariposa que hay una flor perfecta para ella? Como la encuentra?”. Pablo empezó ha hablar. Al principio lo escucho con detenimiento, pero Pablo puede hablar durante mucho rato y una vez recibida la información necesaria su cabeza siguió divagando por su cuenta. “coevolución” habia dicho Pablo. Era perfecto. Silvia y él se habían conocido sin encajar tan bien. De hecho, al segundo año de salir él sospecha que Silvia estuvo a punto de dejalo, pero eso daba igual ahora. Millones de años de co-evolución conjunta, cuidandose uno a otro, había seleccionado los caracteres que mejor encajaban, su larga lengua, su profunda corola. Silvia había cambiado con él, ahora disfrutaba más del mar a fuerza de que él la llevase a buscar erizos y pulpos, y él ya entendía los libros de poesía que ella le dejaba. Y no era solo eso. Él era ahora mejor persona. Silvia lo había hecho mejor persona. Y todo en un proceso de cambio imperceptible pero implacable que los moldea. Eso le gustaba. Pero Pablo había dicho que la evolución no tiene propósito ni dirección. Se volvió a incorporar y Silvia le quito la arena que tenia pegada en la espalda. Pensó que le valía la metáfora. De acuerdo, no había propósito. Simplemente eran. Pero sí había dirección. A diferencia de las mariposas y las flores, ellos empujaban esa co-evolución. Y entonces le dijo a Silvia lo que había pensado, que encajaban como una mariposa y una flor después de millones de años danzando en una espiral de beneficio mutuo. Y ella lo miro seria, se acerco a él despacio, apoyo una mano en su espalda, y le metió arena dentro del bañador mientras salía corriendo hacia el mar.
Se quedo mirando como Silvia llegaba al agua mientras Pablo decía noseque sobre el mosaico geográfico de la co-evolución. Pensó que un día tenia que escribir aquello con calma, por que así de sopetón su metáfora no había sido bien entendida. Pero ahora tenía cosas más urgentes que hacer. Se levanto y hecho a correr hacia ella decidido a hacerle aguadillas hasta que pidiera clemencia. Efectivamente, el uno para el otro.